Estamos en La Noche de los Investigadores, que tiene como principal objetivo acercar la investigación y los investigadores a los ciudadanos, para que conozcan su trabajo, los beneficios que aportan a la sociedad y su repercusión en la vida cotidiana. Pero ahora nos toca salir a la calle para denunciar la amarga situación por la que está pasando la ciencia en estos momentos, fruto de los recortes de los últimos años, que están colocando a la ciencia al borde del colapso. Dicho colapso es sufrido tanto por las universidades como por los centros públicos de investigación.
El CSIC, una de las mayores instituciones de la investigación pública ha perdido a cerca del 10% de sus empleados y se encuentra en una profunda crisis económica que pone en peligro su continuidad. En dicha institución se realiza el 20% de la producción científica nacional, y muchos de los inventos y descubrimientos de los que disfrutamos todos los días están basados en el avance científico. Se están ensayando nuevas terapias contra enfermedades como el SIDA, la tuberculosis o el cáncer; se están desarrollando superconductores más rápidos, que permitirán fabricar ordenadores más potentes y ligeros; se están diseñando nuevos materiales que se emplean en utilitarios, trenes, aviones o incluso naves espaciales; se está trabajando en la generación de nuevos combustibles y sistemas que incrementan la producción agraria, sólo por citar unos pocos ejemplos. Y la situación de penuria económica que ahora sufre el CSIC se puede trasladar a otros centros públicos de investigación o a las universidades.
Toda la investigación está en peligro por la miopía de los que consideran a la ciencia como un lujo, sin entender que las sociedades más desarrolladas lo han logrado gracias a su apuesta por la ciencia. Un estudio de la Universidad del País Vasco muestra como la ciencia revierte a la sociedad 7 veces lo invertido en ella. Apostar por sistemas económicos basados en el turismo, los casinos o el ladrillo acarrea pequeñas épocas de bonanza seguidas de crisis que acabamos sufriendo la mayoría de la población. Recortar en ciencia, aparte de producir una sociedad menos formada y por lo tanto, más fácilmente manipulable, crea a su vez perjuicio sobre la educación y la sanidad. Además, una apuesta decidida por la Ciencia y la Tecnología es un elemento fundamental para avanzar y salir de la crisis.
La falta de inversión en el sistema I+D se traduce en la paralización o ralentización de proyectos de investigación, y en el despido de investigadores que marcharán a otros países a continuar su labor investigadora. Eso provoca nuestro empobrecimiento. Investigadores formados con nuestros impuestos pasarán a realizar investigaciones y descubrimientos en otros países, y pagaremos royalties después para poder disfrutar de ellas. En estos momentos tenemos un gran barco, integrado por investigadores bien formados y centros de investigación equipados, que se queda atrás en la carrera porque no le llega combustible. Hemos tenido que desplegar las velas para poder seguir moviéndonos, pero los buques de los países que han salido de la crisis surcan el océano a toda potencia.
Se podría argumentar que hablamos de un combustible extremadamente caro, pero eso no es cierto. Todos hemos leído en la prensa que el CSIC podría irse a pique por un déficit presupuestario de 100 millones de euros. Esa cantidad es ridícula comparada con los cientos de millones derrochados en aeropuertos que no se usan, en centro culturales no estrenados, en carreteras no transitadas o cemento que amenaza ruina por falta de mantenimiento, es una cantidad comparable a 8 kilómetros de línea de alta velocidad ferroviaria y supone menos del 6% de los 1800 millones fuera de presupuesto que ha recibido el Ministerio de Defensa para comprar armamento. Eso por no hablar de los miles de millones de euros que, a fondo perdido, han recibido las entidades financieras (solo Bankia recibió más de cuatro veces el presupuesto Estatal de I+D), que para colmo mantienen cerrado el grifo del crédito a empresas que podrían generar empleo y mejorar nuestra economía. Esas entidades financieras han recibido el último año el 96% de todas las ayudas públicas concedidas por el estad. Es por ello que, cuando se nos dice que no hay dinero para educación, sanidad o ciencia y tecnología, nos sentimos estafados.
En la labor científica el tiempo es importante, en muchos experimentos cada minuto cuenta, la vida de muchos pacientes depende de la llegada a tiempo de un determinado fármaco. No se puede prorrogar día tras día, en una serie de promesas incumplidas, la llegada de las ayudas; de ello depende mantener un sistema estable de I+D. Y para ello también es preciso mantener una seria apuesta de inversión en ciencia y tecnología, y debe hacerse con carácter urgente y sostenida en el tiempo. De otra forma nos obligarán a seguir saliendo a la calle a mendigar por la ciencia. La próxima elaboración de los Presupuestos Generales para 2014 es una excelente ocasión para enmendar el rumbo, y por eso reivindicamos las peticiones que el Colectivo "Carta por la Ciencia" ha concretado en su reciente comunicado como consenso de mínimos.
¡Sin ciencia, no hay futuro!